samedi 21 novembre 2009

EL JARDÍN DE LAS HESPERIDES

Bordeando la Avenida del Generalísimo Mohamed V y hasta las murallas del Castillo de las Cigüeñas existe un pequeño – “gran” parque cuyas entradas principales se sitúan en los límites laterales; una frente al cementerio de Lalla Menana y otra frente al edificio de Correos.
Entrada del JARDÍN DE LAS HESPERIDES
última“custodiada”por dos arrogantes y marmorosos leones que se han quedado “más bajos”al haberlos “trasladado provisionalmente” una autoridad local a su vivienda particular pero ante el clamor popular tuvo que devolverlos y en las obras de reubicación perdieron altura los basamentos. La mitología griega y concretamente la mitología indígena sitúa en este lugar el Jardín de las Hespérides compitiendo en ubicación con las Islas Canarias según la mitología romana.

Hespérides proviene de Héspero, estrella del atardecer, por dónde se oculta el sol. La diosa Gea (la tierra)dio a Hera (Juno)unas manzanas de oro con poderes especiales al casarse con Zeus (Júpiter) y encargó a las hijas de Atlas y de Héspero la guardia de este presente en un jardín. Estas cuatro hijas Hespérides primero anduvieron errantes y luego se instalaron en las proximidades de la desembocadura delLukus donde conjuntamente con el dragón Ladón custodiaban los dorados frutos, hasta que Hércules en uno de sus “doce trabajos” le mató en heroica lucha apoderándose de las manzanas. Los sagrados frutos Hércules los regaló sucesivamente a Euristeo, Atlas y Minerva la cual las devolvió definitivamente al Jardín.
El mito indígena (din-na) explica que la manzana de oro es símbolo del Sol poniente con esa magnífica corona dorada que nos trae el nostálgico recuerdo de la soberbia belleza de las “puestas” del Astro Rey en el horizonte del océano, observadas desde el Balcón del Atlántico.
Durante el Protectorado, la Delegación de Educación y Cultura, instaló en el jardín de las doradas manzanas una liliputiense biblioteca infantil y una jaula circular con una pareja de simpáticos micos, emparentados con los de Gibraltar, probablemente con los que compartíamos nuestras chucherías en los breves intervalos de sus interminables masturbaciones.
El Jardín de las Hespérides en complicidad con nuestro ocaso solar fue “refugio” ,en competición con Los Viveros y el Balcón del Atlántico, de innumerables parejas, muchos de cuyos descendientes germinaron bajo sus árboles y arbustos con aromas a dama de nochey efluvios alucinógenos de los alcaloides de las flores blancas acampanadas o de trompeta de los datura del entorno. Dr J.E.B.

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